domingo, 21 de octubre de 2012
Cuentos cortos: Flor roja o flor blanca
18:04 | Publicado por
Walter Mauricio Robles Rosales |
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Flor roja o flor blanca
Por Walter
Robles Rosales
No sabía
dónde meter el rostro. Parecía un aterido pichón de avestruz. Su pequeña gran vergüenza le enroscaba el alma. Una vez más se orinaba en la cama. Su padre no sabía
que hacer y su madrastra opinaba que
había que sentarlo sobre un ladrillo caliente, pues así se habían
curado muchos, afirmaba con soltura. ¡Pedro ya puedes ir sacando tus frazadas
al techo! -le espetaba Shatuca- ¡Ese berrinche huele como la de un zorrino! ¿Por
qué tu hijo es así, ya tiene 14 años?
¿No será una maldición de su madre que no te perdona que se lo hayas
quitado? -Preguntaba Rosa. -Yo qué puedo
hacer. Nadie en mi familia ha tenido esa enfermedad. Ya no es un niño, no sabe
amarrar sus zapatos y para remate es un gago ¡ Carajo! ¡Y aún sigue meándose en la cama como si
fuera un bebé!. ¿Tú crees que nos hayan hecho brujería? ¿Y si vamos donde el
brujo Sipán, dicen que es buenazo… - Se
preguntaba su padre, rascándose su cabeza canosa.
A fin
del año escolar en el Centro Escolar de Varones 425, el único y
popular colegio de varones, sin competencia en la ciudad de Barranca, Noquito
una vez más era desaprobado. Se iba por el tercer año haciendo el tercer
año. Todos sus primeros amigos culminaban la primaria y él, de nuevo tenía que hacer el tercer año. Entonces su vergüenza de
niño embrujado o enfermo era triple.
Nadie se le acercaba, porque casi no se bañaba, olía a berrinche y para remate
era un burrito repitente. Parecía un condenado a la soledad y al fracaso.
Al
llegar la noche le esperaba esa cama maloliente, si es que cama podría llamarse un catre viejo, con sus alambres descolgados
que al echarse en ella se hundía como hamaca. Él no conocía de colchón.
¿ Y para qué colchón si que con su orine
lo iba pudrir? -aseguraba la Shatuca. Basta con la frazada que su tía Hilaria le ha
traído de Pararín -remarcaba su madrastra.
Pero en esa cama de mugre, donde su almohada eran unos
pantalones viejos sucios y agujereados, y
sin más pijama que sus calzoncillo de todos los días y su polo percudido
de tanto sudor y de pésimo lavado, allí en esa
cama, Noquito jugaba como
cualquier otro niño con sus fantasías.
Soñaba que volaba, arriba, que se daba la mano con las gaviotas,
perdiéndose entre nubes, tuteándose con las estrellas, la luna, y de
pronto, un hilo de calorcito lo conducía al
mar frío, cayendo siempre al mar,
abrazándose con los peces. En
esos sueños solía encontrarse con sus amigos, los perros que cariñosos le
lamían su infantil rostro, charlaba con las tórtolas a los cuales solía cazarlas,
y los árboles amigos lo invitaban a treparse para
gustar de los nísperos o las guayabas, entonces era un parlachín que trepaba
las estrellas, una vez con la luna, otras con el sol, no estaba solo. Allí en
esa cama hundida hasta rozar con el cemento frío, al amanecer,
Noquito despertaba cabizbajo,
callado, otra vuelta con esa humedad que le
traspasaba como aguja su mente,
su corazón, su alma. No recordando en qué
momento, a qué hora o con qué sueños, se mojaba con ese orine.
Al amanecer, su triste padre de cabeza canosa, lo veía
pasando raudo con su frazada al
hombro, sigiloso se escurría como una culebrita asustada por el
techo de
caña y tierra, escondiéndose de miradas inquisidoras. Al volver del colegio,
nuevamente tendía en su cama aquellas frazadas
gruesas y de colores, tejidas con
lana de oveja, que su tía Hilaria los había hecho con amor para su sobrino.
En la escuela
su vida era una tragicomedia. Comenzado con su profesor que le preguntaba con sorna: ¿cómo te llamas?
Noquito tomaba aire y trabándose la
lengua: ¡No…no…no…noco! -contestaba compungido- provocando la
risa de todo el salón. Y cada vez
que el profesor pasaba lista, al aproximarse a la “R” de
Ruiz, Noquito iba tomando aire, respiraba hondo, empujando
palabras contestaba ¡Pre…! ¡Presente!
Y la burla generalizada complacía
al profesor en su mejor chiste a costa del
tarado y gago de Noco.
En el Día de la Madre, él no sabía
si colocarse en la solapa una
flor roja o blanca, porque ella de
vez en cuando se hacía presente.
No estaba muerta, pero el cariño o el afecto estaban como ausentes. Y en ese día tenía
una enorme vergüenza de no tener
junto a sus padres.
Al pasar los años, cuando Noquito a duras penas cruzó el umbral del colegio, no sabe en qué momento, en qué hora y con qué
sueños dejó de orinarse en la cama, sin necesidad de ir a tratarlo con brujo alguno ni mucho menos
quemarle las posaderas, lo cierto es que
desde entonces sus frazadas secas
fueron calientitas, y sintió que su hogar, a pesar de todo, era bueno.
Ocurrió que un día cualquiera, el jovencito Noquito vió en la
librería “suelo”, unos pequeños libros
que le llamó la atención. Los compró por lo barato y los títulos inquietantes: “El
poder de la palabra”, “Querer es poder” “El Quijote de la mancha”, “La cabaña
del tío Tom”, “María”, “ Corazón” y otras ( de la Editorial Tor). Él, que en sus vacaciones de estudio, de
enero a marzo, tirando “pichana”, trabajando desde las 8.00 a.m. hasta las 5.00 p.m.,
o en el turno noche de 7.00 p.m. a 5.00 a.m.,
en unas de esa fábricas de anchoveta de Puerto Supe, en la época de
Banchero, cuando un pescador de lancha, el bolichero, ganaba entre
7 a
10 mil soles semanales, y un
trabajador de tierra como Noquito con su lampa, arrumando la anchoveta al
gusano para que sea conducido a los
hornos y transformado en harina de pescado, listo para su exportación,
ganaba 500 soles semanales, había ahorrado.
Y leyó, leyó. Devoró libros como tiburón hambriento. La biblioteca municipal le
quedó chica. Increíblemente ingresó a una universidad provinciana. Así trascurrieron los años, y casi no se supo nada de su destino.
¡Oye Lito, tú como presidente de la asociación de
agricultores debes ir a conversar con el nuevo Diputado, que es un “pico e’ loro”, para que nos ayude en las gestiones ante el
Ejecutivo. Corremos el riesgo de perder las tierras ¡qué
dices! ¡Pucha… y quien mierda es
ese Diputado! ¿Cómo, no sabes? -Recuerdas a ese patita llamado Noquito, que era
gago, ese pues, ése…
Fin
Octubre,
2012
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